Vinyasa Yoga y sentirse joven
Para explicar el Vinyasa yoga, en primer lugar, cabe hacer una pequeña introducción de lo que es el Yoga, comprendiendo la diferencia que existe respecto a otras actividades físicas.
La alquimia del resurgir
Resurgir es volver a surgir, recobrar las fuerzas y ánimos. Los seres humanos disponemos de un increíble capacidad de resurgir, que está relacionada con dos elementos fundamentales, por un lado con la conexión del refugio interno, que nos permite conectar con nuestra propia naturaleza, donde habita la fuerza vital que nos permite resurgir. Por otro lado está conectado con la actitud, con las ganas de volver a empezar, con dejar que los nuevos brotes se levanten por encima del que es caduco.
Así resurgir solo es permitir que surja de nosotros mismos aquello que ya está latente, aquello que quiere vivir, aquello que quiere manifestarse. Y al dejar que esto se produzca descubrimos el potencial de la energía del que es nuevo, de la belleza de cada instante. Es regenerarse a un mismo, es descargar, es sanear, es convertir el que nos impide respirar en abono que nos dé la libertad.
Pero aunque todo es nuevo, siempre ha estado allá, siempre cerca nuestro, por lo tanto resurgir no es destruir, sino regenerar, volver a encontrar el que nunca se tendría que haber perdido, el sí -mismo.
En este seminario buscaremos la forma de conectar con nuestro refugio interior y beber allá de la fuente que nos permite regenerar y resurgir.
Dalo todo; Acéptalo todo
Porque permaneces preso si la puerta está abierta de par en par (Rumi)
Para llenar un recipiente primero hay que vaciarlo, el arte de darlo todo, proviene de la confianza en el proceso de la vida, en que no hay nada que perder, es una entrega a aquello que uno hace, cuando lo hace, sin reservas, es vivir el presente.
Así uno no se ancla en el pasado, ni en los sucesos que en él han ocurrido, es solo información y tránsito, pero no la vida.
Tampoco se vive en el mundo hipotético del futuro, ni de los objetivos, así el camino, en el lugar en el que uno se encuentra, es la única respuesta, el cómo se ha llegado deviene del proceso del pasado en el que ya no podemos intervenir y el futuro solo será debido al presente. Por tanto no vivir en el presente, es mantenerse siempre en un círculo de repetición sin fin del Karma[1].
Para poder crecer y también cambiar las cosas hay que llevar siempre el corazón con uno, enamorarse de cada instante, de cada pequeña cosa que surge y desaparece, para ser uno con el cambio que es la única constante.
Para poder fluir en un todo cambiante, hay que aprender a aceptar, hasta llegar a aceptarlo todo, esto significa perder el miedo a que las cosas sean como son y vayan en una dirección distinta a la que uno mismo quiere, aceptar es por tanto conocer y vivir el cambio, como una melodía libre de ritmo y de formas, cuya belleza estriba en esta naturaleza, así lo inevitable solo es la parte lógica de una magistral composición y toda resistencia al cambio solo es sufrimiento.
Por tanto este es un seminario de dar y también de recibir, para luego volver a dar lo que se ha recibido, en un proceso que no termina nunca, nada hay que perder porque nada es nuestro, nosotros formamos parte del todo, quedarse una parte de este solo es ilusión.
Somos gestores de los regalos que recibimos, de nosotros depende del tiempo que se quedan a nuestro lado, o si simplemente los dejamos que pasen sin más.
[1] Entendiéndose por Karma la ley de causa y efecto, la que propone que aquello que somos hoy proviene de nuestros pensamientos y acciones de ayer; y lo que seremos mañana proviene de nuestros pensamientos y acciones de hoy. Por tanto la única posibilidad de cambiar las cosas es vivir en el presente.
El arte de escoger, el sendero del Héroe
Existe la idea comúnmente aceptada, que hay que favorecer los pensamiento positivos frente a los negativos, aunque esto en principio parece sensato y sin duda es mejor que en nosotros imperen los primeros en vez de los segundos, lo cierto es que si ponemos en práctica este concepto nos precipitamos hacia un conflicto interior, por un lado hay que eliminar o exiliar algunos acontecimientos mentales que se producen en nosotros, en pro de otros que consideramos mejores. Esto representa una fragmentación del propio sí mismo, una multiplicidad antagónica de personajes, por un lado encontramos un productor o receptor de pensamientos negativos, por otro, un trabajador, agotado antes de empezar, que elabora o busca referentes de los positivos y finalmente, el censor/juez omnipotente, omnipresente, que decide cual es positivo y cual negativo, que es lo bueno y que es lo malo, en definitiva es el que sabe.
Esta discusión a tres se complica exponencialmente a medida que incrementamos la distancia entre nuestros fragmentos, es la inquietud de lo no resuelto, de lo soterrado en el delgado barniz de la ilusión, donde la única salvación parece ser saber el motivo, la causa de la aparición de estos pensamientos negativos o tal vez el origen en una desesperada necesidad eliminar cargas, o más bien transmitirlas a modo de responsabilidad o de culpa, externamente a modo de autojusticación (padres, maestros, conyugues, trabajo, etc.), o internas (como hice esto, si hubiera hecho aquello, soy un desastre, no me organizo, no soy capaz, no tengo fuerza de voluntad, etc.).
Si miramos esto atentamente, nos damos cuenta de que el proceso es mucho más negativo que los pensamientos que en él aparecen y que es la propia importancia que le damos a estos pensamientos, lo que los convierte en poderosos.
Así pues lo importante no es que aparezcan ciertos pensamientos en nuestra mente, sino que hacemos con ellos, aquí está la verdadera elección, identificarse con unos, con los otros o quizás con ninguno.
Diálogos con el dragón
El resentimiento, la furia, la indignación, la cólera, la irritación son niveles de la ira, que puede terminar en el enfado permanente o en el odio.
¿Pero como cerrar la puerta de este infierno?
La llave es la no-violencia, sustentada por el yoga de la acción o Karma Yoga, que propone como única realidad el presente, el aquí y el ahora, entendiendo esto como un estado de toma de consciencia, y no como una estrategia, como un eslogan para seducir a otros, o como un autoengaño destinado a camuflar o eludir el pasado, a la vez que el placer futuro se convierte en la meta y el deseo, pero ¿es el placer lo mismo que la felicidad?
Si vivenciamos la acción como algo no-violento, como un continuo ahora, en un estado de atención permanente, entonces esta llave más que cerrar una puerta, anulando, soterrando o castrando emociones, lo que hace es abrir otra, que es el motor de la alquimia interior, la ira transmutándose y convirtiéndose en el impulso que puede mover el mundo, que puede generar paz y benevolencia.
Para finalizar hay que decir que la paz no es algo que se pueda conquistar o adquirir, la paz es en realidad algo que se produce cuando hay ausencia de conflicto, y en toda conquista siempre hay guerra, ¿Cómo se puede obtener paz interior si nuestras acciones son beligerantes? Y además la paz es algo que ya esta dentro de nosotros mismos y que por lo tanto solo hay que permitir que se manifieste, lo que hace que todo intento destinado a su adquisición se convierta en banal, en puro consumismo o materialismo espiritual, a la vez que genera una visión de dependencia de lo exterior, como única fuente que emana y contagia la paz, dicho de otro modo es el entorno el que tiene que estar en paz para que yo pueda estar en paz. Pero ¿conduce este planteamiento a un estado de bienestar? Y ¿contribuye esto a la paz en general, al cese del conflicto?